noviembre 15, 2012

Un ciclo que cierra

Luego de un buen lapso de tiempo poniendo este blog a "cojer polvo", es momento de volver a escribir. Y es que en estos días es mucha la inspiración para hacerlo, sobre diferentes temas.

En esta ocasión me concierne desahogar mis pensamientos sobre la que será para mi una de las épocas mas agridulces de mi vida. Una época de oro, de juventud plena, de grandes retos -ya superados-, y de grandes lecciones de vida: esos años de universidad en la escuela de medicina.

No es mi propósito resumir aquí las vivencias/clases/profesores más importantes durante el trayecto, pues mi mala memoria probablemente haga que se me escapen muchos, y prefiero oírlo de mis compañeros; lo que sí puedo plasmar es otra perspectiva. Esa que describe la experiencia como tal del estudiante de medicina.

Este estudiante es aquel que ingresa a la universidad al mismo tiempo que todos sus compañeros de colegio, que avanza igual que ellos en el camino...pero que los ve a todos graduarse, y que, aun nunca habiendo reprobado materia alguna, termina de ultimo; es aquel que mientras todos "plazoletean" y muestran sus atuendos de moda compartiendo risas y chismes de los últimos acontecimientos sociales, esta metido en un laboratorio mezclando reactivos e intentando resolver formulas químicas que cree entender, o simplemente esta atrapado en interminables bloques de clases; es el tipo de estudiante que mas horas al estudio dedica, muchas veces no viéndose esto remunerado por las notas, gracias a exámenes extraterrestres creados para ser reprobados; son aquellos que atesoran una salida social, mientras que para otros una salida es solo  una mas; aquellos que celebran el fin de los parciales como si el mundo fuese a acabar, por la gran presión que suponían los exámenes cuatrimestrales para ellos en extensión y contenido; son los estudiantes que en un punto dejan de ser estudiantes y pasan a ser peones en los hospitales públicos de la ciudad bajo el distinguido nombre de "internos de medicina", esclavos de su propio destino, dueños de nada y mascotas de todos; son aquellos que no descansan en los servicios, que se levantan temprano a las rotaciones, que trabajan sin ser pagados, mientras los demás de seguro ya terminan, o ya terminaron, o ya trabajan y son pagados.

Pero nada de lo anterior asombra. Eso es historia vieja que todos saben, porque como todos dicen "estudiar medicina no es fácil!"
Lo que da mas curiosidad es que a pesar de todo esto... uno AMA lo que hace, sin entender por que. Uno se levanta a diario cuestionándose porque no pudo gustarle otra cosa, ya a sabiendas de que esta "condenado" al dulce placer de servirle a los demás.
Con orgullo nos poníamos esa bata blanca de UNIBE, mi universidad, la que me dio tanta 'agua a beber' pero a la que tengo tanto que agradecer, y nos levantábamos antes que el sol para asistir a las rotaciones sin buscar excusas para faltar; con esmero, con atuendos formales para lucir impecables (cosa que, modestia y aparte, nos distinguía de nuestros compañeros de las otras universidades), con el tema académico del día aprendido, o en su defecto con pequeños discursos improvisados en la punta de la lengua por si tocaba defender un argumento; con actitud de labor, vestidos de pie a cabeza en el uniforme quirúrgico  a primera hora en quirófano; con emoción al realizar los primeros trabajos manuales, como suturas, sondas, intubaciones y demás; con disposición de ayudar a la señora aturdida que nos lo pedía a los ojos; con amor al ver hermosos niños que se reían de las muecas que les hacíamos para alegrar sus mañanas; o con el simple hecho de desayunar en la cafetería del hospital, todos juntos, cargando energía para el día que nos esperaba.

De repente todo esto llego a su fin, y como quien quiere tapar el sol con un dedo, me cuesta aceptar que es inminente la partida de este puerto que tantos dulces recuerdos alberga. 

Fueron muchas las horas en aulas de clase, las horas en el laboratorio, las horas estudiando, las noches de poco dormir, los exámenes difíciles, los llantos incontenibles, y las esperanzas rotas; 
pero fueron muchas muchas mas las risas, LAS RISAS... los chistes, los momentos juntos en la plazoleta, las ocurrencias en clases, los intercambios de miradas ante situaciones peculiares, los gestos, la complicidad entre todos y cada unos...las amistades de otras universidades hechas, y sobretodo, la experiencia de gratitud de los pacientes para con nosotros, que con ser solo médicos principiantes, nos apreciaban como Dioses y nos agradecían lo poco que hacíamos por ellos como si fuese lo mas grande.

Un ciclo se cierra, es inevitable; y mi corazón acongojado lo acepta, solo a sabiendas de que fue una etapa vivida de la mejor manera, y que representa la antesala de las grandiosidades que -estoy segura- nos depara la vida a partir de ahora.  
















































No hay comentarios:

Publicar un comentario